Oculto bajo la niebla de un bosque de Armanatos, permanece recostada la figura de un hombre. Inconsciente no sabe del peligro que se aproxima, una bestia lo olfatea de pies a cabeza saboreando su jugosa carne y es en este momento en el que no se si jugarme la vida salvando la de aquel hombre o simplemente alejarme para no observar tal festín, opte por lo segundo pero mi morbosa y enferma mente me gritaba que aguardase a ver el inicio de semejante forma de perder la vida.
No fue tanta la espera pero la impresión fue enorme, no fue bestia si no hombre quien ataco primero y después de una lucha en la que no podía distinguir cual era hombre y cual bestia. Decidí ayudar no por auxiliar a ese hombre, fue mas bien para darle a mi estomago esa paz que no había conseguido días atrás, y, así; el festín no fue para una si no para dos bestias.