Un niño es un adulto, un adulto que juega, que ríe, que se ensucia, que descubre, que pregunta, es un adulto que no le teme al mundo, es inocente y noble. Es un adulto que imagina y crea cosas extraordinarias, un adulto puede tocar las nubes, viajar por espacio, domar dragones y volar con ellos, busca tesoros, se hace pequeñito para visitar a las hormigas o puede ser enorme para jugar con gigantes, un niño se disfraza de muchas formas y usa mascaras para parecerse mas a las criaturas que imagina, sueña o encuentra por los rincones.
La magia que tiene un adulto es infinita pero hay un problema, uno muy grande, no todos los adultos pueden salvarse de el, es un fantasma que vive en el mundo que nos rodea, esta en el aire que respiramos, en la comida que comemos, en las calles los pasillos y en cualquier rincón, las escuelas y nuestros hogares. Es un monstruo que se ríe de nuestros sueños, que se burla de nuestros juegos y que no se impresiona de nuestra magia, primero nos ignora y después nos muestra cosas diferentes, cosas que nos prohiben nuestros padres, cosas que no entendemos. Muchos caemos en su juego y empezamos a olvidar como hacer magia y después nos transformamos en ese monstruo o mejor dicho ese algo nos atrapa, nos consume. Ahora dejamos de reír por que nos creen locos, dejamos de ensuciarnos por que no queremos vernos mal ante los otros, tenemos miedo hasta de nosotros mismos.
Muchos logran escapar de su prisión, y no importa si su apariencia es distinta, si tienen barba, o son muy grandes, si están arrugados o son graciosos, por que ellos cuentan cuentos, ríen y juegan con nosotros, no temen ensuciarse, nos enseñan nuevos juegos, nuevos mundos, son adultos que no olvidan hacer magia y que nos enseñan a no dejar de ser adultos.
